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Resulta que muchos de ellos derivan de apellidos franceses, italianos, armenios, polacos y, sobre todo, alemanes. Esto se explica por el hecho de que muchos de los barrios de la ciudad surgieron de antiguas granjas señoriales (Pol: folwark; Ukr: filvarok), que llevaban el nombre de sus propietarios. A lo largo de los siglos, estos nombres se polonizaron y, finalmente, se ucranianizaron hasta llegar a lo que tenemos hoy.
Pero, ¿por qué se establecieron tantos extranjeros cerca de Lviv? ¿Y cómo y cuándo pasaron estos territorios a formar parte de la ciudad? Para entenderlo, debemos echar un vistazo a la historia de Lviv y de su expansión territorial.
Lviv fue fundada en 1256 por el rey Danilo de Halych en el principado ruteno de Halych-Volhynia. Al principio, la ciudad ocupaba una pequeña zona en la orilla derecha del río Poltva y constaba de tres partes: una fortaleza en la colina de Lysa, la ciudad interior al pie de la fortaleza y la ciudad exterior. Además de ucranianos, la ciudad estaba habitada por alemanes, armenios, polacos, tártaros, caraítas, húngaros y judíos.
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La limpieza étnica fue un intento ucraniano de impedir que el Estado polaco de posguerra afirmara su soberanía sobre las zonas de mayoría ucraniana que habían formado parte del Estado polaco de preguerra[10][11][5]. Las masacres provocaron un conflicto entre la resistencia polaca y la insurgencia ucraniana en los territorios ocupados por Alemania, y el Ejército Nacional Polaco en Volinia[12] respondió a los ataques ucranianos, a una escala mucho menor[13][14].
En 2008, el Instituto del Recuerdo Nacional de Polonia describió las masacres cometidas por los nacionalistas ucranianos contra los polacos en Volinia y Galitzia como un genocidio[15][16], y el 22 de julio de 2016, el Parlamento de Polonia aprobó una resolución que reconocía las masacres como genocidio[17][18] Esta clasificación es cuestionada por Ucrania y algunos historiadores no polacos. Según un artículo de 2016 en Slavic Review, existe un “consenso académico en que se trató de un caso de limpieza étnica en contraposición al genocidio”[19] Otras víctimas de las masacres fueron varios centenares de judíos, rusos, checos, georgianos y ucranianos que formaban parte de familias polacas o se oponían a la UPA y sabotearon el genocidio ocultando a los fugitivos polacos[5] Algunas autoridades, instituciones y líderes religiosos ucranianos protestaron contra las matanzas de civiles polacos, pero sin conseguir gran cosa[9].
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¿Te apetece venir unos días a Galicia? Hoy te proponemos un itinerario de 4 días diseñado para que aproveches al máximo tu tiempo y no te pierdas ningún detalle de esta conocida zona de nuestra comunidad. Además, dejaremos algo de tiempo para aprovechar y visitar dos ciudades cercanas a la Costa da Morte.
La Costa da Morte, que toma su nombre de los numerosos naufragios que ha sufrido en sus costas, es uno de los litorales más peligrosos de España, pero también uno de los más cautivadores. Una accidentada franja costera con inmensas playas, acantilados, fuertes corrientes y temporales repentinos que la hacen muy respetada por los navegantes. Detrás de este litoral se esconden muchas leyendas que te invitamos a visitar en esta escapada diseñada para 4 días.
Aunque no se encuentra en la Costa da Morte, el tercer día podrás acercarte a la ría de Muros y Noia, empezando por Noia, una villa señorial llena de historia. Tras visitar su casco antiguo, puedes recorrer tranquilamente el Paseo Marítimo. Una buena forma de conocer la ría es contratando alguno de los paseos en catamarán que se ofrecen por la ría, donde se pueden contemplar los fondos marinos y los maravillosos enclaves naturales que rodean el entorno. Para los más aventureros, la Serra de Outes, situada muy cerca de Noia, ofrece varias rutas de senderismo. Por la tarde, es el momento ideal para acercarse a lo que los romanos consideraban el fin del mundo, el cabo de Fisterra, uno de los puntos más occidentales del continente europeo. Aquí podremos terminar de nuevo el día contemplando una puesta de sol de película.
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Esta relación secular entre pueblos tan alejados y tan diferentes enriqueció el fenómeno jacobeo y dejó muchas huellas en ambos, especialmente en lo que se refiere a Galicia y al culto jacobeo en territorio escandinavo. Esto es lo que queremos mostrar en esta exposición: esa Gallaecia escandinava de la que hablaba el medievalista Vicente Almazán (1924-2006). Esta propuesta está dedicada a él y a los investigadores que se ocuparon del fenómeno jacobeo.
El clima de la costa escandinava es especialmente duro durante el invierno. El mal tiempo prolongado y la falta de luz solar dificultaban la agricultura y el comercio. Por ello, desde el siglo VIII, cada vez más ribereños se dedicaron al pillaje, el robo y la extorsión para aumentar su sustento. Organizaban campañas estacionales y se dirigían a las costas vecinas atacando pueblos indefensos, llevándose animales, alimentos y otros objetos de valor que podían vender.
A pesar de no ser tan diferentes de otros pueblos escandinavos, los vikingos consiguieron desarrollar sus propios riesgos culturales en cuanto a fabricación de barcos, armamento e incluso piezas de arte. Su estilo de vida era tan rentable que, tras azotar las costas europeas, se adentraron en el Mediterráneo y establecieron bases duraderas. Los historiadores hablan de una “Era Vikinga” que duró del 800 al 1050, caracterizada por constantes invasiones y colonizaciones que influyeron en el sistema político de los reinos invadidos.
